Selección de poemas

J A C I N T O
(Oratorio en dos actos)
Para Enrique Brinkmann que siempre creyó en estos versos.

PERSONAJES:
JACINTO.
EL MENTOR.
LA SABIA : LA MARIA.LA ELLA :
LA MUERTE.

PRIMERA PARTE

Un atrio inmenso. Empedrado. Jacinto que acaba de morir, va a ser juzgado. Todos los personajes están presentes. Con Jacinto, y al mismo nivel, está La Ella:La Muerte. Arriba, como sostenidos en el aire, El Mentor (desde un columpio–trono;La Sabia: La María (con una túnica blanca y entre nubes).

La Ella: La Muerte ( tiene detrás un fuego, un humazo).

Hay dos Coros (Coro Celeste y Coro Negro), cuyas voces pueden estar grabadas previamente. (Cada vez que hablan se encienden unas luces en el cielo)

LA ELLA : LA MUERTE
Al pórtico has llegado.
¿Oyes el centro del silencio?
¿Las dunas del Amor? ¿Lo has medido?
¿Has visto el movimiento?
Recorre la explanada de mi mano,
mi suerte. Te acompaña tu cuerpo,
tu muerte para siempre.

CORO NEGRO
Ahora sí que eres cierto. Ahora sí,
que en la certeza de la muerte vives,
pronuncia palabras, dí palabras,
¡que queremos verdad y no suspiros¡

CORO CELESTE
Jacinto, no te quede en el corazón
parte, aire denso, secreto.

JACINTO
No pertenezco al mundo del silencio
ni al de la vanidad. Sabed bien que ...

EL MENTOR (Grandilocuente)
¡Mirad mundos pequeños la magnitud
del mundo!
Toda calse de seres: los humanos, los ciertos,
los que llenan sus branquias, los que reptan,
anidan, cantan fuerte, no lloran,
se sumergen, naufragan, son sencillos,
alegres, tenebrosos, ruines, aman
siempre, no aman, eyaculan, fenecen,
corrompen las acequias,
traicionan a su estirpe,
perseveran, respiran.
Orientad la mirada,
la atención, la constancia. Está aquí.
La presencia, lo Total, lo Absoluto.

LA SABIA : LA MARIA (Mística, aérea)
¡Oh, divino placer del que ama
porque os ama, siendo Amor! ¡Oh.
qué amadura amaros tanto!

LA ELLA : LA MUERTE ( Muy rápido, como repitiendo una lección)
Cada ave que cumpla su requisito
previo. Cada animal su especie.
Cada alimaña, el ser. Cada lugar,
su centro. Cada esencia, su peso.
La túnica, su raso. Su vaso, cada sed.
Cada condena, un nombre. Demos sentencia
al joven, sempiterno muchacho. Sentencia,
veredicto; cada venero: fuente. Cada
calza: su pie.

LA SABIA : LA MARIA
Todo cambia. La materia resbala. Mas
queda, como zona irredenta, la zona
más profunda.
El cadáver es hueco, zona débil,
aliento. Su sombra no revierte,
no frota, no sostiene: no es mundo.

JACINTO (Firme)
Comprendí la razón: la columna
del mundo. Porque sabes que tiene
en su regazo y seno los troncos de
la Muerte, es tener en la mano la
herramienta, la flauta, los gajos de
la destrucción.
¡Qué perfección romana! ¡Qué savia
más exacta, más común, compartida!
¡Qué columna más plena! ¡Qué peso
más sutil! ¡Qué solidez de centro!
¡Qué lozanía azul!
LA ELLA : LA MUERTE (Discursiva, sin ritmo)
Aquí
vienen los cuerpos y su luz cegadora
para aceptar el peso, las cadenas,
los hierros, el pilón, la materia
que construyeron vida.
Ocultar lo debido es maniatar
al mundo con insólitas formas.
¡Y sólo con el orden tiene el mundo
consuelo!
No ocultar afirmando. No consueles
doliendo: los puntos paralelos
fenecen al amarse. También cuando
se aman fenecen las libélulas.
Aquí miles
y millones de millones de vidas
horadaron las piedras, postergaron
cabellos, lloráronse, pidieron, gimieron,
humilláronse.
Todos en muchedumbre cada uno:
por sí.
¿Y qué piensa Jacinto? ¿Qué
ambulea? ¿Qué posterga? ¿Qué
atrasa? ¿Qué detiene?.
Sempiterno muchacho: postérgate
declina tus huesos a las cosas.
Habla : Fija : Precisa : Testifica
Pronuncia : ¡Dale vaso a tu sed!
¡Cada cuerpo: suestigma! ¡Cada
calza : su pie!

JACINTO ( Sereno)
¿Dónde inserto esta nueva
dolencia de mi vida?. ¿En la página
anversa que descarga las culpas?
¿O en la reversa parte que agranda
los castigos?



JACINTO ( Sentido)
Estas palabras pueden parecer
ignorancia : mas no tienen disfraz,
impostura, artificio, son las anclas :
del mundo, el esfinter del dios
ejido de los ángeles.

CORO CELESTE ( Voces Agudas)
¡No tenemos nosotros arrabales
ni ejidos! Sostenemos al aire
la corona del Dios

EL MENTOR
Os ordeno silencio: ¡ Dejad
los caramillos, las saetas del
viento, suspicacias, mareos,
de la lengua en la boca!
¡Sólo tenga palabra el que sentencia
espera!

JACINTO ( Recordando)
Yo tenía los bolsos de la vida
vacíos. Era el hijo de un padre
con los ojos vendados.
Y de unos pechos donosos – las cintas,
los encajes – que me daban calor
cuando el sueño iniciaba su consuelo
a mi boca, más que,
con los ojos vacíos y las carnes dispersas
atravesaba tierras y zonas de railes
anunciando y llorando la muerte
y los desvíos, y dejaba a los niños
–las criaturas ámplias– contritos y difusos,
esparcidos, llorosos, en las playas perdídos.
Y cómo no añadir...

CORO CELESTE ( Cortantes)
No queremos saber tus temblores
de niño : Toda mujer comienza
con sus senos vacíos, y los hombres
principian sin los labios frondosos.

LA ELLA : LA MUERTE
¿Dónde están?
Acabaron. Murieron. Ocuparon
sus lodos . Los perfiles doblaron,
volaron. Ya son humo.

JACINTO
¿Quién recaba las formas?
 ¿Quiénordena? ¿Quién firma?

EL MENTOR
Sólo tiene razón el que pone
su boca bajo el manto del Dios.

JACINTO
¿Dónde tizo la raya, el comienzo
de mi vida?

JACINTO (Firme)
Sabed: ni el alfaquín
principia palpaduras de cuerpos ni
tientas de las telas, ni los buitres
tocan, ni el cernícalo acecha a los
seres que muertos echados son en
tierra o en los mármoles fríos, si
la vida tintina en pupilas y córneas,
por pequeño que sea el pálpito advertido.
¡Y vosotros – ¡los cielos!
a Jacinto quereis otorgarle
sentencia cuando aún del amor las
señales humean y los párpados llenos
de infortunio y desdichas!

LA SABIA : LA MARIA (Sentenciadora)
El que aguarda sentencia, no condena
a los jueces.

LAS ELLA : LA MUERTE (Irónica)
¡ Qué menudencias hábiles para
acallar los montes!

JACINTO
¿Quién dijo la verdad?
¿Quién dijo la verdad?
¿Quién dijo la verdad? Entonces,
en ahora, en el futuro ¿quién?

LA ELLA : LA MUERTE
Los restos remotos, legendarios,
que las piquetas izan a vitrinas y
estancias, no son los elementos que unidos
restituyen la esencia, la verdad, sino
la pobre brizna que de el mundo reboza
cuando los tiempos suben hacia el abismo
azul.
Nos entregas la higa,
la pavesa, el fragmento y queremos
el todo, la integridad, la suma.
Que cada cobertura se pliegue hacia
los centros, que por cada concepto
palabra justa haya, que en cada
movimiento la traslación no sea
peligro de conjunto : que sólo con
el orden tiene el mundo consuelo.
¡El orden!
¡El aceite de la verdad!

JACINTO
¿Qué cosa es la verdad? ¿La descripción
exacta? ¿La detallada forma? ¿La precisa
manera? ¿La justeza
en el trato?
¿No se parece el hombre cuando
al perro acomoda, lo encariña,
lo ata, lo preserva, lo cuida,
al lebrel en su forma?
¿Y la vieja a la pájara? ¿Y el
atento soltero al gato que sostiene?
¿Y el domador al fiero animal
de la pampa?
Ah, Pilatos sentose y preguntóle
al Cristo : “Y qué cosa es la verdad?

CORO NEGRO
¡Ah, Pilatos sentose y preguntóle
al Cristo...

JACINTO
¿Y qué cosa es verdad?
¿Y qué cosa es verdad?

CORO NEGRO Y CORO CELESTE
... y preguntóle al Cristo ...

JACINTO
¡¿ Y qué cosa es verdad!?


DE LOS PODEROSOS:

…CUANDO todavía entre su séquito se mantienen las risas y el bullicio que produjo la ascensión desordenada, las estrecheces del paso, las evidencias del cansancio y los olores confusos, el poderoso mira, desde la torre de Gálatas, la belleza de todo lo que posee, la extensión sin fin de todas sus pertenencias.

Mas de pronto, los rasgos de su rostro se agravan, se endurecen su ademán y maneras, y señala al niño aquel al que le había negado una limosna, que sigue allá abajo, con la cabeza alzada y la mano extendida todavía.
-¿Cómo se llama?
-Ahmed, el agorero, Señor. Es ciego, y el más grande adivinador de las desventuras y de las desgracias que han de pasar los hombres con sólo olerles su humanidad.
-Que lo apaleen, dijo el poderoso, aparentando calma, mientras miraba con fijeza hacia la mar de Mármara y, entre las lejanías, al Bósforo radiante…

…ELLOS conocen bien lo evidente y lo concreto. Manejan con sabiduría y solvencia las monedas y las decisiones, la venganza y el halago, el manjar y los cuerpos, la noche y el silencio.

Pero, a veces, algo les turba y les sorprende: un pajarillo atraviesa repentino la sala más recóndita del palacio o descendiendo de los desiertos, de improviso, paran, por primera vez, a la orilla del mar.

Entonces, sus servidores, cronistas y consejeros, aquellos lacayos advenedizos venidos del adobe y las charcas, vuelven inquietos sus cabezas hacia el poderoso. Y es cuando el Señor hace que el viejo escriba, que el poeta famoso, le musite al oído las palabras y versos, que él repite, unas veces sentencioso y altivo:

-Nada es infinito, menos las manos de la voluntad.

y otras, aturdido y liviano:

-¿Qué es más fuerte, el rugido del león o la color intensa de una rosa?

Así, la ansiedad de los rostros desaparece al instante y en silencio contemplan el azul infinito y los vuelos sutiles. Y el poderoso sabe, ya sosegado y tranquilo, que también las palabras más bellas están a su servicio…

…TUVE la oportunidad, desde la fortaleza gélida de Angora, a los cálidos palacios de Bizancio, de observarlos como el que mira el juego de unos niños: divertido, pero preocupado por un imprevisto.

Los vi en las fiestas y saraos, en las recepciones más lujosas, en el trato familiar y recóndito, en las embajadas y sus decisiones, en las salas donde la gente bulle y reclama y se humilla, y en el frente a frente de la reflexión y del consejo.

De sus servidores exigen, en cualquier acontecimiento y lugar, gestos de exageración y fineza: como el de una seda cubriendo una levedad.

Sólo miran de frente a otros poderosos-de sus criados solamente conocen sus manos, jamás sus ojos- y con ellos rozan, divertidos, sus trajes recamados auspiciando levemente un consejo o temiendo expectantes una determinación cruel o dolorosa.

En los asuntos esenciales usan de muy pocas palabras: afirman, niegan, muestran su escepticismo (sus ignorancias, nunca), pero saben perderse, entre palabras vanas y en circunloquios humosos y confusos, cuando se trata de los filos y adornos de los asuntos o de las envolturas de las preocupaciones.

Y cuando, sin ningún remedio, han de hablar con los menesterosos se miran las manos como si hubieran de limpiárselas de alguna infección pasajera pero molesta.

¡Nunca esperes de ellos otra cosa! De ellos, que, aun en los desiertos más inhóspitos, hacen de un gajo de naranja, una minucia; una insignificancia de un racimo de uvas y de un búcaro de rosas un asunto vulgar y cotidiano!

Son caballos que jamás se quiebran. Animales que nunca abandonan sus instintos, aunque silenciosos, en la sombra profunda, se refugien serenos y apacibles a la vera del río…

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